La labor de los padres es crucial para inculcar buenos hábitos dietéticos y una relación saludable con la comida. ¿Cómo educar en nutrición a nuestros hijos?
Durante la infancia una alimentación equilibrada resulta especialmente importante, ya que de ella depende el crecimiento y desarrollo óptimo del niño. Por esa razón, una de las principales preocupaciones de los padres es que sus hijos coman bien para que crezcan sanos.
La manera de lograrlo es acostumbrarlos desde pequeños a diferentes sabores y texturas que aseguren una dieta variada, pero no siempre es fácil, ya que los niños a menudo prefieren la bollería, las bebidas azucaradas, las golosinas o las patatas fritas a las frutas, verduras y cereales.
Es tarea de los padres y pediatras reconducir esos patrones de consumo. Los padres deben decidir cuáles son los alimentos que componen el menú infantil y también está en su mano establecer unos horarios o lograr que la comida se desarrolle en un ambiente agradable. De esa forma, sentarán la base para unos hábitos alimentarios saludables.
LA OBESIDAD INFANTIL: UN FENÓMENO MULTICAUSAL
Hace quince años el número de niños con sobrepeso era del 5%, hoy alcanza el 20%.
Entre las causas de la obesidad infantil se encuentran el exceso de proteínas y grasas de origen animal en los menús, el abuso de las harinas refinadas, el mal reparto de las comidas (desayuno escaso o inexistente y cena copiosa) o las raciones excesivas. En este y otros temas los padres deberían predicar con el ejemplo.
Tampoco resulta educativo comer delante del televisor encendido, picar entre horas o tomar un dulce como postre (sobre todo tras haber explicado a los hijos que una fruta es la mejor opción tras las comidas).
Los padres pueden aprovechar el proceso de aprendizaje de sus hijos para hacer un repaso a sus propios hábitos y mejorar la alimentación familiar.
Como explica el doctor Martínez Suárez, «los niños muestran preferencias por unos alimentos y rechazan otros, pero si el resto de la familia come verdura y refuerza a los niños su consumo desde edades tempranas, los sabores de las diferentes verduras serán aceptados por los pequeños sin ningún problema».
De hecho, los alimentos que debe incluir la dieta infantil no difieren de los que deben tomar los padres, y así debe ser, sobre todo si tenemos en cuenta que los niños imitan las actitudes de los mayores. La moderación es un excelente hábito, ya que la mayoría de alimentos pueden formar parte de una dieta sana y variada mientras no se abuse de ellos.
NO, UN BEBÉ «GORDITO» NO ES UN BEBÉ SANO
Saludable no es igual a niño gordito, pero esa imagen perdura todavía en la mente de muchos, que perciben que un bebé rellenito es un niño sano y que, por el contrario, un niño delgado enferma con facilidad.
Sin embargo, ese sobrepeso, lejos de ser sinónimo de salud, está provocando que enfermedades como la diabetes se disparen entre la población infantil. Además, los niños obesos serán probablemente adultos obesos, lo que es un factor de riesgo para muchas enfermedades.
El sobrepeso afecta a un niño de cada cuatro y de seguir las predicciones esta cifra se doblará en dos décadas.
Se suele olvidar que«los niños no necesitan la misma cantidad que los adultos y el tamaño de las raciones depende de su peso y edad», explica Venancio Martínez Suárez, que ejerció de secretario del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Hay que sustituir poco a poco los alimentos más calóricos por otros menos elaborados y con más vitaminas. Por ejemplo, en vez de helado, se puede proponer al niño que tome un yogur o fruta y explicarle por qué.
Estos cambios de actitud ante los alimentos (sin prohibiciones) son la clave para que el niño aprenda a comer de forma sana y equilibrada.
OCIO ACTIVO: MÁS EJERCICIO Y MENOS PANTALLAS
Las raciones que se ofrecen a los niños han aumentado y al mismo tiempo su actividad física ha disminuido.
La generación que hoy forman padres y abuelos creció realizando mucha actividad física: jugaban en la calle o en el parque, mientras que hoy los niños pasan su tiempo de ocio delante del televisor –los niños españoles ven una media de 2 horas y 30 minutos de televisión al día–, el ordenador o la consola.
Por eso, las recomendaciones nutricionales deben ir acompañadas de sugerencias para favorecer el ejercicio físico y disminuir las conductas sedentarias.
Además, la televisión influye en los hábitos de consumo, sobre todo de la población infantil, más vulnerable.
En diversos estudios realizados en Europa y Estados Unidos se ha comprobado que por cada hora adicional ante el televisor disminuye el consumo de frutas y vegetales, y aumenta el riesgo de sobrepeso y obesidad.
Las razones hay que buscarlas en la propaganda de aperitivos, golosinas y comida rápida. Ante la necesidad de proteger a los niños, los anunciantes se han comprometido a que los mensajes publicitarios no promuevan hábitos alimentarios poco saludables ni fomenten conductas sedentarias.
De momento, Triqui, el conocido monstruo de las galletas de Barrio Sésamo, ha pasado de engullir galletas a tomar frutas y verduras.
EL PAPEL DE LOS CENTROS ESCOLARES: EL MENÚ INFANTIL
Cada día son más los niños que se quedan a comer en el colegio pero la responsabilidad de la alimentación del pequeño no recae plenamente en el centro escolar. Los padres deben saber lo que comen sus hijos para poder complementarlo con las diferentes comidas que se realizan en casa (desayuno, merienda y cena).
Que coman en la escuela es una excelente manera de habituarles a probar de todo, ya que en el comedor escolar no suelen ceder a los caprichos del niño.
Los centros cuentan ya con pautas para mejorar los menús: eliminar productos con mucha grasa, azúcares y sal, entre ellos la bollería, e incluir más fruta, bocadillos y zumos naturales.
Sin embargo, «suspenden» todavía en algunas materias: no tienen en cuenta que las necesidades son distintas dependiendo del peso, edad, sexo… y no suelen cuidar la presentación de los platos.