«Todos poseemos cualidades guerreras que nos ayudan a mantenernos vivos y a luchar por lo que creemos justo«
5 junio 2020.-Está claro que los conflictos entre personas y países deberían solucionarse siempre de manera pacífica. Por eso todas las guerras, justas o injustas, son un fracaso y una desgracia. Pero esta evidencia no debería hacernos perder de vista que incluso en tales circunstancias se ponen en juego ciertas potencialidades humanas que no son esencialmente negativas, sino que pueden aplicarse bien o mal, para construir o para destruir.
Hablamos aquí de un guerrero, no del soldado, aunque a veces puedan ir unidos ambos términos. Un militar es alguien que se dedica profesionalmente en principio a defender su país mediante las armas. Un guerrero puede realizar otro tipo de actividades y no usar arma alguna.
Hay diversas cualidades, tanto cósmicas como psicológicas, que los antiguos griegos y latinos relacionaron simbólicamente con los planetas. Las virtudes «marciales» corresponden al dios Marte, que no solo representa lo relacionado con la guerra, sino lo ígneo, la fuerza, la disciplina, el sacrificio, la protección. Su color es el rojo, que corresponde a la vida y a la sangre, que puede ser derramada o impedir justamente que lo sea.
CAPACIDAD DE RESISTENCIA
En el famoso tratado ‘El arte de la guerra’ de Sun Tzu, escrito en China en el siglo IV a.C., podemos leer: «El comandante ha de tener como cualidades: sabiduría, sinceridad, benevolencia, coraje y disciplina». No se mencionan, pues, el odio, la sed de venganza o la brutalidad, que por desgracia anidan a veces en el alma humana y no solo en época de guerra.
Todos poseemos de forma innata cualidades guerreras –podemos llamarlas de otra manera– que nos ayudan a mantenernos vivos y a luchar por lo que creemos justo. Si bien es cierto que el espíritu guerrero se asocia en primera instancia con lo viril, hay modalidades masculinas y femeninas de esa misma energía combativa.
Así, cuando una madre protege a sus hijos y se sacrifica por ellos, decimos que lo hace como una leona… Reconocemos su coraje. Por su parte la lucha no violenta, como la desobediencia civil que permitió a Gandhi derrotar a los británicos y así lograr la independencia de la India, requiere virtudes guerreras como la valentía y capacidad de resistencia.
Los psicólogos, al estudiar el caso de personas que han tenido experiencias traumáticas en su vida y han logrado superarlas, hablan de «resiliencia» en el sentido de capacidad de rehacerse.
Este término se ha usado primeramente en física para valorar la capacidad de ciertos materiales, como los metales, para volver a su condición inicial después de haber sufrido por ejemplo temperaturas extremas. Es, pues, una virtud guerrera la de ser fuertes en medio de las tormentas de la vida y conformarse con los bienes materiales de que disponemos en cada momento.
EL VALOR DEL ESTOICISMO
No hay que creer que el mundo nos debe algo. Muchas cosas hay que ganarlas con el esfuerzo, otras –quizá las mejores– son gratuitas, como la vida que nos ha sido dada. Si todas las escuelas filosóficas representan una parte de verdad, la más cercana al espíritu guerrero es el estoicismo.
Fundada en Grecia en el siglo III a C., tuvo ilustres representantes clásicos como Epicteto, Séneca o el emperador Marco Aurelio. En Oriente hay semejanzas con la filosofía de Confucio en China o el bushido, código de conducta de los samuráis en el Japón.
La serenidad frente a las circunstancias, sean o no favorables, es la esencia del estoicismo. Habría que responder de la misma manera frente al éxito o el fracaso, los halagos y el desprecio, manteniendo la calma y ecuanimidad.
Vencer el miedo, o al menos no dejar que invada todo nuestro ser, es también una cualidad propia del guerrero que todos podemos ser en momentos cruciales o cuando el fin es inevitable, por ejemplo en el momento de la muerte, propia o ajena.
Cuentan que un jefe indio siux, sentado en su caballo y ante la inminente batalla, contempló la belleza del cielo azul atravesado de blancas nubes, respiró hondo y gritó: «Hoy es un buen día para morir».
Todos poseemos cualidades guerreras que nos ayudan a mantenernos vivos y a luchar por lo que creemos justo.
COMPROMETERSE CADA DÍA
Otra cualidad guerrera es la disciplina. Significa ejercitar la voluntad y cultivar un mínimo orden tanto en el ritmo de las actividades diarias como en la disposición de los objetos del entorno inmediato. Algo parecido a lo que padres y maestros intentan, con mayor o menor fortuna, inculcar a los niños.
Aunque es cierto que la disciplina, en la que hay que evitar ser excesivos, no es algo intrínsecamente bueno –depende de a qué propósito se dedique–, es importante para formar el carácter de los jóvenes y mantener el de los que ya no lo son tanto. Es decir, durante toda la vida, a fin de no bajar demasiado la guardia si se me permite el símil militar.
Aunque para ser disciplinados no hace falta buscar tareas épicas, basta con cumplir cada día con aquello a lo que nos hemos comprometido (no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy).
Ejercitarse día a día en cualquier actividad que elijamos es un ingrediente esencial para lograr el éxito. Milón de Crotona era un atleta griego, discípulo de Pitágoras, que venció en varios juegos olímpicos y del que se contaban grandes hazañas.
Era considerado el hombre más fuerte de su época, capaz de llevar un toro sobre su espalda. Se dice que el secreto de tal proeza era que lo venía haciendo cada día desde que este era un ternero, de manera que aunque iba aumentando de peso poco a poco, Milón seguía levantándolo gracias a ese entrenamiento constante.
EL VERDADERO HEROÍSMO
El budismo, a diferencia de otros credos, nunca ha provocado guerras de religión ni ha hecho derramar sangre en su nombre. Pues se caracteriza por la tolerancia y respeto hacia las demás religiones, así como hacia todos los seres vivientes.
Sin embargo, se suele olvidar que Siddharta, príncipe heredero de un pequeño reino del norte de la India, pertenecía a la casta guerrera (kshatriya). Tras comprobar lo esporádico de todo lo que existe en este mundo y verificar el sufrimiento que acompaña la vida humana, abandonó su palacio para consagrarse a la búsqueda de la verdad.
Después de muchas vicisitudes, alcanzó el despertar espiritual sentado bajo el árbol boddhi, no sin antes haber vencido a las fuerzas contrarias (mara) que querían impedirlo. Por tal motivo se nombra a menudo a Buda como «el victorioso». Es este un buen ejemplo de cómo las cualidades guerreras o heroicas pueden usarse para el bien de los demás.
El héroe suele ser alguien a quien el destino le lleva a realizar la tarea de ayudar o proteger a otros seres humanos, sean familiares, amigos, compatriotas o incluso desconocidos. Hay muchos héroes anónimos que, en vez de pensar solo en el propio interés, se ocupan de las necesidades de los demás.
Son guerreros pacíficos los que tienen la valentía de defender la dignidad humana allí donde se encuentren. Son los voluntarios de asociaciones religiosas o laicas que, a modo de pequeños ejércitos de la paz, se ocupan en estos tiempos difíciles de avituallar, acoger y cuidar a los necesitados.
En un mundo globalizado y convulso como el actual, cultivar ciertas virtudes guerreras como el coraje y la determinación puede ser conveniente para salvaguardar bienes tan importantes como la dignidad o la libertad.