María Teresa Cabrero Bolaños, arqueóloga e Investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), realizó hallazgos relevantes, como una tumba de tiro única en el Occidente de México y en Mesoamérica, ubicada en el sitio El Aguacate, a 17.5 kilómetros de la cabecera municipal de Bolaños, Jalisco.
El descubrimiento es un recinto mortuorio subterráneo con dos cámaras, cada una con un tiro o pozo vertical, unidas por un pasaje que permite ir de una a otra, en donde también se construyó un tercer tiro en la bóveda de la cámara ubicada al norte.
En el lugar, también encontró figurillas que no se encuentran en ninguna otra cultura de México: los fumadores. En los mayas de Palenque, por ejemplo, hay representaciones de sacerdotes fumando, pero a través de un tubo largo donde ponían el tabaco. En contraste, los de Bolaños aparecen con el cigarro directo en la boca.
La Cultura Bolaños habitó en el cañón del mismo nombre, fue el producto de un movimiento expansionista de los grupos asentados en la cuenca del lago Magdalena (ubicada en el centro de Jalisco), cuyo interés era establecer una interrelación comercial con los habitantes del área de Chalchihuites, Zacatecas.
La investigación empezó en el Valle de Valparaíso, en Zacatecas, donde nace el Río Bolaños -que en aquel entonces era ancho y navegable hasta su desembocadura en el Río Grande de Santiago, Jalisco
María Teresa Cabrero Bolaños ha identificados 110 sitios arqueológicos a lo largo del cañón, los principales, ubicados en pares, uno a cada lado del río, donde llegaban caravanas de comerciantes y se realizaba el intercambio de mercancías.
El primer periodo de esa cultura abarca desde los primeros años de nuestra era hasta alrededor del año 500, cuando se terminó la costumbre de enterrar a los muertos en tumbas de tiro. En el segundo periodo, hasta alrededor del siglo XII, cuando la región fue paulatinamente abandonada, tuvo influencia de los grupos que habitaban los alrededores del lago de Chapala, en Sayula y Tizapán el Alto, y los límites de Michoacán. “De eso hay evidencias: figurillas y restos cerámicos”.
La especialista descubrió que las tumbas no se usaban una sola vez; cuando alguien moría, los restos anteriores eran cremados y las cenizas depositadas en ollas con tapadera junto a las paredes de la cámara funeraria.
Se encontraron figurillas humanas (prácticamente todas femeninas) y de perros, vasijas, huesos, ollas con cenizas, conchas (de la especie Spondylus sp, provenientes del Océano Pacífico) y cuencos; en uno de estos últimos aparece un personaje dentro de una especie de escafandra, como si fuera un astronauta, y a su lado la representación del peyote, que los huicholes han utilizado por siglos para “hablar” con los dioses. Algunas de las figuras se encuentran decoradas al estilo de Casas Grandes, Chihuahua.
Se desconoce qué idioma hablaban, y se cree que en Pochotitán-El Piñón, que fue el centro de control de la región, llegaron a habitar más de 10 mil personas, “aunque no es fácil calcular porque no quedan restos de las casas de la gente común, sino solo de los centros ceremoniales”.