“Si tu sistema está estable, es momento de cambiar”, dice una frase que escuché a un profesor hace muchos años cuando era yo su alumna y que aparece constantemente en mis recuerdos. El ser humano generalmente tiende a buscar, por distintas vías -a veces con mayor o con menor éxito- su bienestar, su estar pacíficamente en el mundo, su comodidad; ahora que lo pienso, no solo los seres humanos, también otras especies animales, como los perros, que por alguna extraña razón tienden cuando encuentran un lugar seguro, a dar vueltas y vueltas sobre sí mismos antes de echarse plácidamente. El problema suele ser ese precisamente, que cuando se encuentra un lugar seguro, la tendencia -por instinto- es a no moverse, a esperar a que el tiempo empiece a pedir cosas diferentes; y digo problema porque, aunque no siempre sucede, la falta de movimiento va desencadenando necesidades que pueden evitarse y que son, casi siempre, en detrimento de la salud de quien se queda quieto.
Sucede también, que hay quienes, cuando es menester, se quedan por momentos quietos, cuando es necesario, para observar como si de una película se tratara, lo que ha acontecido a su alrededor en los últimos años; se empiezan a ver entonces aquellas modificaciones que de manera imperceptible se han suscitado en el espacio de vida en el que les ha tocado permanecer, en la piel misma; y es ahí cuando vuelvo a la frase con la que comencé este texto, porque tomar la decisión de emprender cambios en nuestra vida suele ser difícil, pero cuando son bien meditados, planeados y con perspectiva, más allá de la incomodidad de la ruptura de rutinas, de la incertidumbre generada, los observadores se levantan de su sitio y toman la decisión de emprender un rumbo distinto, precisamente cuando todo está estable, cuando las condiciones de salud -por ejemplo- y/o las laborales así lo permiten. Digo esto porque este lunes 10 de enero continúa, y desde hace algunos días, una vida de cambio para personas a quienes aprecio mucho y que tienen relación con espacios culturales en Zacatecas, a los que aprecio también: los museos.
Mucho hemos mencionado el asunto relacionado con estos espacios culturales, sobre sus condiciones físicas, sobre la falta de presupuestos suficientes para la conservación de sus edificios y sus acervos, para la difusión de estos. Pocos han sido los cambios que desde 1978, cuando se fundó el primero de ellos dedicado al arte en la ciudad capital, se han dado de manera contundente. Digamos, si se me permite la comparación -hecha con mucho respeto y metafóricamente- que los museos han sido un poco como los perros que después de dar muchas vueltas se han echado para ver cómo pasa la vida sobre ellos -las circunstancias han sido diferentes, por supuesto, las causas también-; hemos visto a lo largo de los años pocos cambios y cuando estos se han dado, la novedad de estos dura poco porque en realidad no ha habido modificaciones significativas: mientras los edificios no se caigan y las colecciones más o menos se conserven todo sigue igual. Dicho esto, entonces, si el sistema está estable, es momento de cambiar, porque los ciclos de vida son así.
El Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez y el Museo Zacatecano tendrán cambio de dirección este año. Los directores cambiarán porque quienes estaban al frente de esos espacios han decidido jubilarse después de muchos años de servicio; deseo a ambos, a Víctor Hugo Becerra y a Julieta Medina, que la vida les sea amable y cada vez más disfrutable ahora que no tendrán que enfrentar sistemáticamente las complicaciones habituales de los trámites burocráticos. A quienes llegan, por supuesto que deseo también que todos sus planes -en el entendido de que son muchos y todos bien intencionados- se lleven a cabo sin dificultad. Oportunidades hay para que esto suceda y desde aquí me sumo, en la medida de lo posible, a sus esfuerzos para que las cosas vayan bien en estos museos, que como todos los demás, necesitan de la colaboración decidida de todos.
A ustedes, estimados lectores, desde este espacio editorial, deseamos que el 2022 sea un año de aprendizajes, de salud física y mental y de crecimiento espiritual. Y que, pese a las dificultades, sea un buen año para todos y todas.