La riqueza cultural que alberga la ciudad de Zacatecas es un factor intrínseco que ha brindado identidad a la capital desde hace décadas. Enumerar los motivos de expresión cultural que existen dentro de la entidad sería una tarea colosal, sin embargo, basta con echarle un ojo al valor que se resguarda dentro de los museos, para observar que el arte puede traspasar el tiempo y el espacio.
Durante una visita al Museo Francisco Goitia, de la mano de Jánea Estrada, los misterios y secretos de las obras expuestas tomaron vida. Un breve recorrido fue suficiente para alcanzar a mirar la inmensidad del valor artístico, cultural e intelectual que se resguarda tras aquellas paredes. A continuación presentamos un esbozo de la experiencia que es visitar este emblemático museo:
Un edificio con historia
Antes de partir al universo del lienzo y el pincel, es necesario hacer una breve parada en el edificio, una pieza arquitectónica enriquecida por su elegancia y su historia. Fue construido en 1948; antes de fungir como recinto cultural, fue Residencia Oficial de los Gobernadores, oficinas públicas y Casa del Pueblo. Abrió sus puertas como museo el 8 de septiembre de 1978 para ser un espacio de exhibición para artistas locales contemporáneos.
El nombre del museo es de uno de los artistas zacatecanos más reconocidos a nivel nacional durante el siglo XX, nacido en Fresnillo en 1881. En este recinto se encuentra una sala dedicada al pintor, en la que se guardan sus cuadros más famosos, así como diversas obras producidas durante distintas etapas de su vida.
Además, existen salas dedicadas a otros artistas zacatecanos destacados como Julio Ruelas, Pedro Coronel, Manuel Felguérez, Rafael Coronel y José Kuri Breña. Descubrir estas salas ahora es más dinámico gracias a la implementación de tecnología digital que permite una audio guía a partir de códigos en Spotify. De esta manera, se podrá ingresar a datos sobre los autores, sus obras y contexto histórico.
Francisco Goitia: la construcción del artista
Una de las características más sobresalientes de las pinturas de Goitia son sus tonalidades y tópicos oscuros, en los que retrata una sociedad en conflicto, violenta y, al mismo tiempo, entregada a la esperanza y la fe. Desde temprana edad, Francisco sintió atracción hacia el dibujo y la pintura. A partir del apoyo de su familia, decide estudiar en la Academia de San Carlos, en la Ciudad de México. Fue en esta institución en la que tuvo como maestro al pintor zacatecano, Julio Ruelas. Al egresar partió a Europa.
Francisco Goitia se caracterizó por tener una inclinación mística y espiritual. Por este motivo, su camino por Europa lo llevó hacia Barcelona. En la ciudad realizó una serie de dibujos, se empapó del arte local y desarrolló sus habilidades. Más tarde, con una beca otorgada por el gobierno mexicano, se estableció en Roma para estudiar la pintura del Renacimiento y la arquitectura clásica.
Durante su estancia en estos dos países realizó exposiciones en las que destacó por su estilo. En Italia, incluso, recibió un premio por su trabajo. Sin embargo, debido a los problemas políticos de México y el estallido de la Revolución, perdió su beca y regresó, en primera instancia a la Ciudad de México y más tarde a Zacatecas, donde se unió a las tropas villistas como pintor oficial del Gral. Felipe Ángeles. Este periodo marcó un estilo sombrío que iría cosechando a lo largo de su obra.
Tras el periodo de guerra, volvió a la ciudad de México para formar parte de un proyecto que buscaba encontrar y sistematizar las raíces indígenas de la nación. A partir de este proyecto decide vivir en Xochimilco, en una pequeña choza de adobe que él mismo construyó, despojándose de objetos y vanidades materiales.
Una mirada crítica y profunda
Las pinturas que podemos encontrar dentro del museo reflejan las etapas artísticas, intrínsecamente relacionadas con las vivencias de su tiempo. Sus cuadros más famosos son un legado de tiempos difíciles, escenas oscuras y, al mismo tiempo, profundamente críticas, las cuales constataron su visión de mundo y legaron memoria y arte al pueblo zacatecano.
Una de sus pinturas más famosas es “Tata Jesucristo”, la cual nos muestra una imagen potente de dos mujeres sentadas en el piso, llorando; esta pieza resulto ganadora en la Primera Bienal Interamericana de Pintura y Grabado organizada por Bellas Artes en 1958.
Más allá de las poderosas expresiones y la oscuridad que se insertan en el cuadro, sobresale una pequeña luz, el dolor y la muerte. Estos tópicos están presentes en muchas de las creaciones del artista, sobre todo en aquellas de la época en la que retrató la Revolución.
Cabe destacar la continua presencia de ahorcados, cuadros en los que se expresa violencia y al mismo tiempo, un fuerte sentido humano, desolación y un acercamiento que solo puede ser brindado por la mirada aguda y precisa con la que contaba Goitia. Se trata de un pintor reconocido por ser un gran observador.
Entre la obra de Francisco Goitia podemos encontrar autorretratos, paisajes desolados, y escenas de la vida cotidiana en contextos no siempre favorables. La miseria y la belleza comparten escenario dentro de sus cuadros, lo que les brinda siempre un sello personal y un estilo con carácter comprometido con la representación e interpretación de crudas facetas de la vida en México.