No se trata de ver la depresión como una causa, sino como un factor de riesgo que puede tratarse temprano, para prevenir.
Por años, los científicos han sabido de la relación entre la depresión y los problemas del corazón. Al menos un cuarto de los pacientes cardiacos sufre de depresión, y los adultos con depresión desarrollan enfermedad cardiaca.
La pregunta es por qué. Hay pistas, pero la explicación completa aún está por verse. “Era una buena pregunta hace 25 años, y la seguimos haciendo”, dice Robert Carney, profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis. En 2014 fue coautor de una declaración científica de la American Heart Association en la que se recomendaba considerar la depresión como un factor de riesgo de malos resultados posteriores a un infarto.
Se examinan varias posibilidades. La primera es que la depresión actúa como una alerta, pues las personas que la padecen suelen tener conductas que las ponen en riesgo: llevar una alimentación poco saludable, subir de peso, fumar, beber demasiado alcohol y no hacer suficiente ejercicio. También es menos probable que tomen los medicamentos necesarios para el corazón.
La segunda es que la depresión es un evento secundario, a causa del trauma de haber pasado por una cirugía. Y la tercera es que las personas con depresión tienen una respuesta más fuerte al estrés, y liberan mayores niveles de la hormona cortisol.
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Las personas deprimidas también pueden tener una presión arterial alta no controlada, una frecuencia cardiaca elevada, mayores niveles de inflamación y la aglutinación de las plaquetas de la sangre, lo que puede dar lugar a coágulos.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, 350 millones de personas sufren de depresión en todo el mundo, y 17,3 millones mueren de enfermedad cardiaca.
Algunas personas no muestran signos de depresión hasta que se produce un evento cardiaco, y otras ven empeorar sus problemas de salud mental. Como ejemplo está el caso de Jordan Chaffiotte, una mujer de 23 años que fue dada de alta del hospital tras su exitosa operación a corazón abierto. En vez de felicidad por su recuperación, pasó los primeros días llorando por la culpa y la depresión.
“Antes de salir del hospital, el médico me dijo claramente que, después de una operación de corazón, era normal tener sentimientos de depresión”, dijo Chaffiotte, de Bridgewater, Nueva Jersey. “Todos los médicos me advirtieron de que me sentiría así, pero no esperé que realmente me ocurriera”.
Los sentimientos de depresión después de una operación del corazón —o de cualquier tipo de evento cardiaco— son comunes. Sin embargo, también pueden aumentar considerablemente el riesgo de que ocurran complicaciones e incluso muerte.
En un estudio de 2017 publicado en la revista European Heart Journal se encontró que ser diagnosticado con depresión en cualquier momento después de detectarse una enfermedad cardiaca duplica el riesgo de tener una muerte prematura.
La tristeza después de una cirugía cardiaca
La relación entre la depresión y las enfermedades del corazón se ha estudiado durante décadas y es de doble vía. Según la investigación del European Heart Journal, aproximadamente una de cada cinco personas con enfermedades cardiacas padece una depresión grave, y un número aún mayor dice tener algunos síntomas.
Incluso, estar deprimido también aumenta significativamente el riesgo de que una persona tenga problemas cardiacos, hasta en un 64 %, según una investigación destacada por el Instituto Estadounidense del Corazón, los Pulmones y la Sangre.
En el caso de Chaffiotte, la operación puso de manifiesto algo que ya existía, y que recién se diagnosticó unos meses antes de la operación. Ella nació con un raro defecto conocido como anomalía de Ebstein: una válvula defectuosa permitía que la sangre se filtrara y se acumulara en el otro lado de su corazón, haciendo que este creciera.
También tuvo una serie de eventos estresantes, como muertes en la familia. Pero no fue hasta que lloró incontrolablemente por un problema en el trabajo que se dio cuenta de que algo iba mal. Fue entonces a consultar a un terapeuta.
“En esa conversación, establecí la conexión de que probablemente no se trataba del error del trabajo, sino de todo lo que ocurría en ese momento. No fue la cirugía en sí, sino que ese factor de estrés en particular me permitió ver cuánto había estado manejando yo sola, pensando que todo el mundo se siente así”.
La depresión que ocurre después de un ataque al corazón, una cirugía u otro evento similar puede ser de corta duración, dijo Carney, sobre todo en personas que no tenían síntomas previos de depresión.
“Es más común en personas jóvenes”, señaló. “Se preguntan: ‘¿Cómo me puede estar pasando esto a mí?’. Cuando se dan cuenta de que no van a morir y reconocen lo que tienen que cambiar, como dejar de fumar o hacer más ejercicio, los síntomas de la depresión disminuyen”.
Para otros, la depresión es crónica o recurrente, dijo Carney. “Puede que se depriman menos durante un tiempo, pero luego vuelve a suceder”.
Chaffiotte, que ahora tiene 27 años, sigue lidiando con ataques de depresión cuatro años después, mientras aprende a vivir con las limitaciones de una enfermedad cardiaca de por vida. Toma medicamentos antidepresivos y acude a un terapeuta. También ha aprendido a procesar los sentimientos a medida que se producen.
“Muchos de los desencadenantes de mi depresión no se relacionan con el corazón”, dijo. “Son las mismas cosas con las que he lidiado toda mi vida. Necesito tener logros. No quiero decepcionar a las personas. Soy complaciente. Trato de balancear muchas cosas a la vez.
“Además, está esa experiencia persistente de haber pasado por la operación del corazón y saber que se supone que debo estar agradecida de estar viva, y lo estoy. Pero también me siento muy atrapada a veces, abrumada por todas las cosas que me suceden”.
Un problema que puede detectarse pronto y prevenirse
La depresión permitiría predecir el desarrollo de la enfermedad cardiaca. El profesor Jesse C. Stewart, Ph. D., de la Universidad de Indiana y la Universidad Purdue, dice que la evidencia indica que para una persona con depresión hay un 64 % de riesgo mayor de desarrollar enfermedad coronaria. Y que de ellos, el 59 % tiene más probabilidades de un futuro evento adverso cardiovascular, como un infarto.
No se trata de verlo como una causa, sino como un factor de riesgo. El tratamiento temprano de la depresión podría reducir este efecto casi a la mitad, antes de que se desarrolle una enfermedad cardiovascular sintomática. La Asociación Americana del Corazón ha publicado la recomendación de que los adolescentes con depresión y trastorno bipolar sean monitoreados activamente. Así mismo, los pacientes mayores que ya tienen enfermedad cardiaca deben ser examinados por un posible riesgo de desarrollar depresión.
Fuente: El Universo